martes, 22 de septiembre de 2009

La Soledad





Desde que somos una ínfima célula dentro del cuerpo del Otro, somos dependientes para así poder crecer y comenzar a formarnos; estamos solos en la inmensidad de ese organismo que nos proporciona alimento y abrigo. La soledad de la bolsa amniótica es doblegada por la protección del Otro; pero la expulsión de ese cuerpo debe ser asistida pues por sí solos no podríamos salir a toparnos con ese exterior que desde un principio nos causa temor e incertidumbre.
En la etapa de infantes sentimos el vértigo al ver que estamos íngrimos cuando nuestro referente materno o paterno se alejan; pero cuando retornan es cuando sabemos que el abandono que hemos sentido no es real, sólo es parte del Fort – Da que postula el psicoanálisis. Posteriormente ingresamos a la sociedad fuera de la que formamos parte al ser miembro de una familia; más exactamente la entrada al ámbito escolar cuando ese primer día sentimos la angustia de empezar a pertenecer a otro círculo social, sin embargo ese cordón umbilical imaginario que nos ata brinda cierta protección y el saber que retornaremos al hogar trae consigo tranquilidad.

Al superar el complejo de Edipo o de Electra dependiendo del género, el sujeto entabla relaciones con sus pares ya sea de amistad o de amor; todo estos sentimientos que genera el ser humano es en pro de conseguir compañía y no sentirse desterrado en el medio en que se desenvuelve. En la madurez sigue el mismo curso de sus referentes para formar otra familia y así prepararse para la vejez en la cual el ser regresa a sus inicios, mostrando a través de su cuerpo ajado las inclemencias del tiempo, la pérdida de los seres queridos y el encuentro con la muerte; así como el nacimiento, la llegada de ésta nos toma en plena añoranza.
Siguiendo con lo escrito, es acorde con la llegada del final de nuestros días la inclemencia de la soledad, en ocasiones acompañada de la enfermedad o el dolor; la mente se desquebraja y los pensamientos se remontan a un pasado que nunca volverá, pero lo ansiamos pues en él rememoramos la compañía que tanto nos valió para soportar el vivir, como sujetos sufrientes que somos. En referencia a este tema nos hallamos frente ante otra emoción que acompaña al vacío que proporciona la separación; hablamos de la depresión, el dolor del alma, las perdidas, el abandono, la carencia de afecto, la falta de oportunidades que trae consigo la no autorealización, sumerge al sujeto en un estado depresivo. Ésta, acompañada del aislamiento produce en las personas la ausencia del sentido de vivir y la no visión de un buen porvenir.
Éste porvenir esta ligado a la auto - complacencia del hombre moderno, ya que se tiene confianza extrema en entidades gubernamentales supuestamente representativas y un órganismo que controla la sociedad y la economía; capitalismo salvaje, cuyo propósito no es otro que los más poderosos acomulen más riquezas a costa de lo que sea así el precio que deban pagar los seres humanos sea alto. Sólo reina el pesimismo sin un aliciente de esperanza, tanto que las únicas opciones son el cinismo y la soledad o el suicidio gestor de la clase social prevalenciente capaz incluso de lucrarse con la muerte ajena.
Un ejemplo palpable con lo referido al último parrafo es la guerra, la fiesta de la sangre; ésta trae consigo el desamparo y la incomunicación de los pueblos unos con otros. Con su maquinaria de guerra el ser humano colabora a que se viva condiciones paupérrimas que traen consigo el hambre, la destrucción, el fanatismo, la soledad y la nostalgia de un mundo mejor. Esa pulsión de muerte que guarda consigo el ser en su inconsciente es el factor desencadenante de la violencia extrema y las barbaries que aquejan este planeta; por lo tanto los habitantes del mismo se protegen de ese germen corrosivo que invade las ciudades, sus hogares en ocasiones parecen fortalezas y se aislan del vecino más próximo o se evita entablar relaciones con sus cercanos, siendo el fin el evitar el daño físico ó el sufrir la deshumanización que se manifiesta a través del egoísmo, la envidia o bajo el lema del "salvese quién pueda." Por ello podemos estar en medio de una multitud y sentirnos más solos que de costumbre.
El ser humano por medio de la tecnología busca evolucionar por una parte, pero con respecto a las emociones involuciona, cada vez somos más frios y el Otro importa poco; cambiamos la convivencia por la soledad. Los avances científicos como el ordenador, la telefonía móvil u otros, acortan distancias e incrementan la comunicación a la par de aislarnos y entablecer una relación con nuestros pares impersonalizada en ocasiones.
A modo de colofones, la inmesidad de este universo infinito, de masa oscura hace sentir a este globo azul íngrimo y único al ser hasta ahora el poseedor del milagro de la vida, ese espacio sideral que hay detrás de la bóveda celestial que cubre nuestras cabezas, da entender la inmensidad de nuestra soledad y lo poco importantes que somos ante el poder de su naturaleza.

Por todo esto, me preocupo una vez más por el drama humano frente al poder destructor del tiempo y el inexorable camino hacía la nada.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Oda A La Melancolía

"Poned atención: un corazón solitario no es un corazón"
Antonio Machado




Los poetas son esos seres que llevan consigo la sensibilidad idónea para acercarse a las emociones inherentes en el ser humano. Las perdidas, el amor, hazañas, la visión de nuestro tiempo, están enmarcados en los versos, las loas, odas y prosas que pueblan el mundo del poema. Por ello, se trae a colación un compedio de autores y sus poemas correspondientes que se refieren a nuestro tema en cuestión. Como primer apartado figuran poemas amateur del suscrito a los cuales iré aumentando transitoriamente.




Tu Soledad No Es la Mía

A través de todo este tiempo he convivido con un sentimiento tiránico que no tiene piedad con tu ser; la nombran: soledad. Diosa eterna de las tristezas y acompañante tórrida de penurias y sin sabores. Su olor está plasmado por todo mi cuerpo y la ropa carga su perfume sin sosiego, en ocasiones bajo la tempestad pienso hasta que punto soy afín con ella, si el calor de su cuerpo lo ansio cada noche que tirito de desesperanza.


Ella con sus largos cabellos cubre todas mis ilusiones, que se apagan al cerrar mis parpados; busco la manera de desligarme de sus tentáculos capilares pero me atan más fuerte cada que el minutero corre por las sendas del tiempo. Cuando los cadavéricos labios de su faz maquiavélica se posan sobre mí, me siento ingravido y a la vez desamparado, esa sensación ambivalente que te muestra el terror de ser un punto en el universo.

Desierto

Como un desierto tengo mi corazón

y mis esperanzas en un rincón,

sólo espero el adíos de la noche solitaria

en la cual me siento arropado por su silencio.

Las arenas cubren las esperanzas de volver,

pues tú estás perdida en la distancia.

Llega la tormenta y enceguese mis ojos una vez más,

perdido entre las dunas te busco como un ansiado oasis.

El frío nocturno en este oceano de arena me hace tiritar

de desasosiego; me dejo hundir y me entrego para así

formar parte de su naturaleza árida,

así como quedo mi ser la última vez que te ví.

Mediterráneo

El Mediterráneo está ante mis pupilas,
Atrás de él estás tú;
Su bramar de olas me ensordece
Impidiéndome escucharte.

Su espuma salada hace arder mis heridas de nuevo
Hundiéndome en su azul verdoso;
La agonía por la falta de aire me hace ver
Merluzas que se burlan de mí.

Una roca se transforma en tortuga
Cruel analogía del tiempo, lastimero y pasivo.
Mediterráneo devuélvemela, es mía,
Tú ya tienes muchas sirenas en tu haber

El guardacostas encuentra mi ser flotando,
Es imposible rescatarlo, sólo queda dejarlo
A merced de los depredadores.
Hay un faro en la distancia que me llama,
Dejándome entrever una esperanza.
Esa a la cual me aferro esperando tu llegada.

Las olas tras su vaivén me hacen girar
Giros que me recuerdan que la vida me pasa ante mis ojos.
El inmenso azul intenta aniquilar mis sueños a través de eternas pesadillas,
Los arrecifes cortan mis venas tiñendo el mar de sucio escarlata.
¿Cuánto tiempo debo esperar para tocar el fondo?

Mis labios saben a sal indigestando mi forma de mirar,
Por ello los puertos se hunden ante mis pies ante el clamor del dios Neptuno,
No hay barcazas para mí sólo la que conduce Caronte,
Ese que me transportará a los confines,
Cerniéndome en lo profundo la oscuridad no viendo más que mis penas;
Cuanto vacío hay en mi interior, cuanta gente a mi alrededor.
No creas que estoy solo

Los gritos agudos de monstruos marinos boicotean mi pesar.
Asido a las algas busco la superficie
Aunque me decido a no emerger,
Dejo que la corriente haga su tarea
La misma que realiza el día al apuntar el alba.


Vino y ya no está

El color del vino me recuerda a tu sangre
Esa que corre por mis venas al compás de los latidos del corazón.
Daría todo por una transfusión de tu ser,
Para dar rienda suelta a mis temores
Esos que no me dejan ser.
Las arterias de la ciudad divulgan mi necesidad de morir,
Tú tienes la medicina para este padecimiento;
Pero el padecimiento no será suficiente hasta que sacié mi sed
Y dejé de sentir esta inocuidad dentro de mí,
Donde lucho y mis armas son el gran amor
Que embarga mi ser por ti.

Leopoldo Panero

Reseña biográfica
Poeta español nacido en Astorga, León, en 1909.Estudió en la Universidad en Valladolid donde brilló por su talento, experimentando con el verso libre, el dadaísmo, y el surrealismo.

En 1930, viajó a Tours, Poitiers y Cambridge para estudiar literatura francesa e inglesa. De su obra poética se destacan: «La estancia vacía» 1944, «Versos al Guadarrama» 1945, «Escrito a cada instante» 1949 y «Canto personal» 1953. En 1960 publicó «Cándida» considerada como su obra maestra. Esta es una pequeña muestra de su gran dote poetíco:


La melancolía
El hombre coge en sueños la mano que le tiende

un ángel, casi un ángel. Toca su carne fría,

y hasta el fondo del alma. de rodillas, desciende.

El él. Es el que espera llevarnos cada día.
Es el dulce fantasma del corazón, el duende

de nuestras pobres almas, es la melancolía.

¡Es el son de los bosques donde el viento se extiende

hablándonos lo mismo que Dios nos hablaría!

Un ángel, casi un ángel. En nuestro pecho reza,

en nuestros ojos mira y en nuestra mano toca;

y todo es como niebla de una leve tristeza,

y todo es como un beso cerca de nuestra boca,

y todo es como un ángel cansado de belleza,

¡que lleva a sus espaldas este peso de roca!

Lejana como Dios, pero más cerca...

Lejana como Dios, pero más cerca,

más cerca, más dormida entre las horas

más alta tras la noche, como el viento

más concreta en el pecho o más remotao más dulce en la orilla;

lejana como Dios, pero más cerca

dentro del corazón, pero más cerca

de mi voz al hablar cuando te nombra;

más secreta en mi sueño;

donde mi vida brota;

allegada a mi sangre de repente

con un inmenso aroma

de algo que está en la noche todavía,

tu pureza me arrastra hacia la honda

soledad imposible, donde el alma

es sólo tuya, como Dios; es toda

un camino vehemente

de claridad, de sombra...


Sola tú

Sola tú junto a mí, junto a mi pecho;

sólo tu corazón, tu mano sola,

me lleva al caminar; tus ojos solos

traen un poco de luz hasta la sombra

del recuerdo; ¡qué dulce,

qué alegre nuestro adiós! El cielo es rosa

y es verde el encinar, y estamos muertos,

juntos los dos, en mi memoria sola.

Sola tú junto a mí, junto al olvido,

allá donde la nieve silenciosa

del alto Guadarrama, entre los pinos,

de rodillas te toca.

Estamos solos para siempre; estamos

detrás del corazón, de la memoria,

del viento, de la luz, de las palabras,

juntos los dos sobre la nieve sola.